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Las Máscaras de Nyarlathotep

Viernes, 16 de Enero de 1925
Nueva York

La muerte de Jackson Elías había afectado al grupo, y los ánimos se levantaron a tono con el monótono cielo gris del invierno neoyorkino. El excéntrico escritor ya no podía proporcionarles la información necesaria para iniciar lo que prometía ser una buena aventura, y ahora la situación se había convertido en una maraña de incógnitas que no habían hecho sino multiplicarse. Pero eran conscientes de la necesidad de ponerse en marcha, así que los investigadores se dirigieron a primera hora hacia el centro médico para que Johanne recibiera sus curas del machetazo que recibió en el brazo. Quedará una bonita cicatriz, pero podía haber sido peor: a fin de cuentas, estaba viva.

Tras la visita al hospital, el grupo de investigadores partió hacia la comisaría, tal y como habían quedado con el teniente Poole, para dar testimonio de lo allí ocurrido. Aprovechando su buena relación con el cuerpo de policía, Vicky decidió quedarse en la comisaría una vez terminada la declaración, para intentar conocer los avances de la investigación. Johanne, todavía convaleciente, se quedó con él, mientras que Aleister y Marion partieron en busca de respuestas.

La arqueóloga había quedado intrigada por la carta que encontraron en la habitación 410, firmada por la señorita Miriam Artwright de la Universidad de Harvard, por lo que decidió intentar entrevistarse con ella. Pero antes de hacerlo, envió un telegrama a su amiga Elizabeth "Liz" Minelli, una antigua compañera de Universidad que actualmente residía en Shangai, preguntando por el bar que anunciaba la caja de cerillas que encontró en la escena del crimen.

Biblioteca Widener, Universidad de Harvard
Acto seguido, Marion partió hacia Harvard, donde Miriam Artwright le recibió cordialmente. Allí supo que el libro que Jackson buscaba había sido sustraído de la biblioteca meses antes de que el escritor se lo pidiese. La señorita Artwright había colaborado con Jackson Elías en investigaciones pasadas, y se mostró dispuesta a volver a hacerlo para esclarecer su muerte y lo que fuera que hubiera tenido entre manos. Marion prometió volver al día siguiente, con una reproducción de la marca encontrada en la frente de Elías, para ver si podían encontrarle un significado. Pasaría la noche en Boston y pediría telefónicamente a Aleister que viajase a la Universidad lo antes posible.

Por su parte, Aleister Crowley visitaría a Jonah Kensignton, el editor con el que Jackson Elías había publicado todos sus libros. No conocía personalmente a Jonah, pero confiaba en que su amigo Jackson le hubiera hablado de él, y eso ayudara a obtener la mayor información posible para continuar con la investigación. Afortunadamente, la teoría de Aleister se demostró cierta, y tras una larga conversación sobre el malogrado Jackson, Jonah parecía estar de acuerdo en que el asesinato de su compañero era una especie de crimen ritual. Al parecer, Elías estaba convencido de que no todos los miembros de la expedición Carlyle murieron, y mostró a Aleister una carta en la que el escritor afirmaba tener pruebas para demostrarlo.

Despacho de Jonah Kensington
Jonah informó también de una serie de notas que él mismo había ordenado y recopilado a partir de la correspondencia que había mantenido con Jackson Elías. Accedió a enseñarle una parte de las mismas a Aleister, con la promesa de que aquello no saldría a la luz. Según sus palabras, las últimas notas eran de una naturaleza tan fragmentaria que pensó que su amigo se había vuelto loco, y por el bien de su reputación, decidió mantenerlas en secreto.

Mientras tanto, Johanne y Vicky charlaban con Martin Poole sobre el caso. Al parecer, este no era sino el noveno crimen de características similares, y aunque aparentemente las víctimas no parecían compartir ningún tipo de conexión, todas ellas tenían ese diagrama grabado en la frente, que parecía provenir de una secta criminal africana. Poole consideraba esto una prueba de un crimen ritual, aunque los habitantes de Harlem, donde apuntaban las investigaciones, no parecían saber nada del tema.

El teniente informó a los investigadores que la policía solía contar con los servicios de Mordecai Lemming, un especialista en temas africanos, y añadió que había sido denunciado un robo en la Avenida Lenox de un Hudson modelo 1915 como el que utilizaron los fugitivos.

A pesar de haberse tratado de un día largo para los investigadores, sabían que les esperaba uno aún peor, y es que en menos de 24 horas se celebraría el funeral de Jackson Elías.


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Jueves, 15 de Enero de 1925
Nueva York

En aquella lluviosa mañana de Enero, la investigadora Vicky Dragonson recibió la llamada de su amigo Jackson Elías, citándoles a ella y a su equipo de investigación en la habitación 410 del Hotel Chelsea a las 20h, tal y como anteriormente le había dejado saber. El escritor se mostraba especialmente nervioso y excitado, lo que llamó la atención de Vicky, que no tardó en ponerse en contacto con su equipo, recién llegado a la ciudad, para preparar la reunión: la investigadora pasaría a recogerles a cada uno de ellos a las 19h, con el objetivo de poner en común los puntos que han podido investigar durante los días previos antes de acudir a la cita con Elías.

Llegado el momento, el grupo al completo, compuesto por Vicky, Johanne, Marion y Aleister, entraron en el Hotel Chelsea, solicitando al recepcionista el permiso para subir a la habitación 410, en busca de Jackson, y que avisara a éste de su llegada, consiguiéndolo sin demasiada dificultad.

Hotel Chelsea
A su llegada, Vicky golpeó la puerta de la habitación de Jackson, anunciando su llegada. No hubo respuesta. Intrigado, el grupo insiste, golpeando la puerta cada vez con más virulencia. Fueron Marion y Johanne las que apreciaron que a pesar de la ausencia de respuesta, había movimiento dentro de la habitación…ajetreo que parecía proceder de más de una persona. Era el momento de actuar, y decidieron hacerlo derribando la puerta para acceder al interior de la habitación: Aleister y Marion cargaron con todas sus fuerzas hasta que la puerta cedió, dejando a la vista la habitación, donde una sombra furtiva parecía huir a través de la escalera de incendios.

Vicky fue la primera en internarse a la habitación, y tras un rápido vistazo que apenas le permitió apreciar que había alguien bajo las sábanas de la cama, se dirigió rápidamente hacia las escaleras, persiguiendo a quien fuera que hubiera salido por ahí. Pronto descubrió que se trataba de dos hombres de raza negra que descendían a toda velocidad las escaleras de incendios, dirigiéndose hacia un coche de color negro, un Hudson modelo 1915, que les esperaba. Vista la agilidad de los fugitivos, la investigadora sacó su arma del calibre .45 y a la vista de que los hombres no respondían a sus avisos, disparó con la intención de herir a uno de ellos. Desgraciadamente, los dos hombres de raza negra lograron montar en el coche y escapar.

Hudson modelo de 1915
Mientras tanto, el resto del grupo se había adentrado en la habitación. Marion captó la presencia de un tercer asaltante, pero su aviso no sirvió para evitar que Johanne recibiera un machetazo. La doctora cayó inconsciente al suelo antes de poder reaccionar. Al ver a su compañera caer, Marion Elfwood sacó su cuchillo y apuñaló con violencia al atacante, causándole una importante hemorragia que le hizo perder la consciencia y caer aparatosamente al suelo, para morir instantes después.

Cuando Vicky regresó a la habitación, descubrió que el escándalo había alertado a uno de los botones del Hotel, que escandalizado ante la escena se apresuró a salir de la habitación para avisar a Seguridad. En aquel momento de tensión, Aleister retiró la sábana que cubría la cama, pero cuando vio que lo que ocultaba era el cadáver de Jackson Elías, detuvo aquello que se disponía a realizar, estupefacto.

La tensión de la situación era evidente, y fue Vicky la que procuró controlar la situación acompañando al botones hacia recepción, para relatar lo ocurrido y solicitar una ambulancia para Johanne. Mientras tanto, Marion aprovechó para ojear el cadáver africano que yacía en el suelo después de reanimar a Johanne, al tiempo que Aleister revisó el estado del cuerpo de Jackson Elías. Esto permitió a los investigadores obtener unas pistas:

Una extraña marca en la frente de Elías, y entre sus pertenencias, una carta de Miriam Atwright en la que informaba a Jackson que no disponían del libro que éste parecía haber solicitado.

Entre las posesiones del hombre africano, por su parte, se encontraban una caja de cerillas de un bar de Shangai, una extraña foto de un carguero en un puerto comercial y una tarjeta de visita de Importaciones Emerson, en cuyo reverso podría verse anotado a mano el nombre de Silas N’Kwane.

La escena del crimen
Cuando llegó la policía con el teniente Poole al cargo, lo hizo también una ambulancia, y el teniente permitió que Johanne fuera trasladada al Centro Médico, junto a uno de sus hombres. Marion también acompañó a la doctora, quedándose Vicky y Aleister con el teniente Poole, al que explicaron lo sucedido con todo el detalle del que fueron capaces. Aún así, evitaron mencionar el hallazgo de las pistas que ya habían recogido, temerosos de que pudieran dificultar su investigación. 

Tras acordonar la habitación para su posterior investigación, Poole el teniente pidió al grupo que al día siguiente pasaran por comisaría para tomarles declaración. Aún así, parecía tener claro que los investigadores no tenían nada que ver con el asesinato de Jackson Elías, ya que parecía llevar muerto más tiempo del que había transcurrido desde su llegada, confirmada por el recepcionista del Hotel y el botones. 

Así las cosas, Aleister y Vicky volvieron al hospital, donde se reunieron con sus dos compañeras. Afortunadamente, la vida de Johanne no corría peligro, pero debía pasar cada mañana durante los siguientes días a realizarse las curas pertinentes en el Hospital. La jóven investigadora privada invitó a sus compañeros a pasar la noche en su casa, donde prepararían sus siguientes movimientos.

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Miriam Artwrith es una bibliotecaria que trabaja en la Universidad de Harvard. Admiraba a Jackson Elías, y con quien éste contactó para solicitarle algunos libros para sus investigaciones. Su última petición fue 'Sectas Oscuras de África', ejemplar que curiosamente había desaparecido tiempo antes de que Jackson se lo pidiese.

Se muestra dispuesta a colaborar con los investigadores, y les ayuda a descifrar el símbolo encontrado en la frente del cadáver de Jackson Elías, identificándolo como una runa antigua que pertenece a una secta innominada del antiguo egipto dinástico.


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Dueño de la editorial Prospero House, con la que Jackson Elías ha publicado sus libros.

Tenía notas procedentes del propio Jackson, que accede a enseñar a los investigadores si bien no les permite quedárselas, para proteger la reputación de su colega.

Se muestra dispuesto a ayudar a los investigadores en el caso del asesinato de Jackson Elías.




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El teniente Martin Poole es un hombre de casi cincuenta años, de pelo amarillo arenoso y una cara bastante agobiada.

Es el responsable de la investigación del asesinato de Jackson Elías, debido a su similitud con otra serie de asesinatos que ha estado investigando durante los últimos dos años, todos los cuales parecen relacionados con el culto de la Lengua Sangrienga.


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Notas médicas del Dr. Robert Huston sobre Jackson Elías


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Últimas notas enviadas por Elías Jackson a su editor Jonah Kerrington


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Resumen de las notas enviadas por Jackson Elias a su editor Jonah Kerrington


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Carta enviada por Elías a su editor, Jonah Kerrington


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Marca encontrada en la frente del cadáver de Jackson Elías


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Carta de Miriam Atwright encontrada en la habitación 410 del Hotel Chelsea


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Tarjeta de visita encontrada en la habitación 410 del Hotel Chelsea


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Foto encontrada en la habitación 410 del Hotel Chelsea


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Caja de cerillas encontrada en la Habitación 410 del Hotel Chelsea



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El año 1925 no había hecho más que comenzar, cuando la investigadora privada Vicky Dragonson recibió un escueto telegrama de su gran amigo Jackson Elias, en el que le confesaba que disponía de información interesante acerca de la famosa Expedición Carlyle que quería investigar, y para lo que le pedía que reuniese un grupo de investigadores capaces. Llegaría a Nueva York el día 15 de Enero.

La tristemente malograda Expedición Carlyle había partido de Nueva York el 5 de Abril de 1919, en dirección a Londres, desde donde partirían hacia Egipto, el auténtico destino de su viaje. Pero las cosas no fueron como se preveían, y la expedición pereció en algún lugar de África, tal y como informaron los medios de comunicación. La prensa se hizo eco también del hallazgo de los asesinos, nativos nandi, que fueron condenados a muerte en Nairobi.

Vicky Dragonson se puso acto seguido manos a la obra, y telefoneó a su gran amiga la doctora Johanne Stone para solicitarle su ayuda, que pronto partió en dirección hacia Nueva York. Johanne Stone, intrigada acerca de la información de su amiga, se interesó por la presencia en la expedición del reputado psicoanalista el doctor Robert Hudston, enterándose de que sus informes médicos quedaron en manos del Colegio de Médicos de Nueva York.

De la misma forma, informó a una antigua conocida, la arqueóloga Marion Elfwood, que enseguida se interesó en cuanto Vicky le mencionó a la famosa Expedición Carlyle, en la que participó la reputada Fundación Penhew, a quien todos los egiptólogos guardaban cierta admiración. Tras contactar con su ex marido, actualmente en Egipto, descubrió que la Expedición Carlyle había mantenido el mismo secretismo con respecto a sus intenciones que la que demostró en Nueva York: realizaron varias excavaciones en el desierto, y se rumorea que dieron con un importante hallazgo, pero se negaron a hacer declaraciones a la prensa o a sus compañeros de profesión. Poco después, partirían hacia Nairobi, para encontrarse con su funesto destino.

Por último, Vicky también se puso en contacto con el ocultista Aleister Crowley, con quien tiempo atrás había flirteado en el ambiente nocturno de Boston. Aleister quiso investigar acerca del destino de la Expedición y en especial, su sangriento final a manos de los nativos nandi. Descubrió que la tribu, originaria de Nairobi, se relacionaba insistentemente con algún tipo secta pagana que ofrecía sacrificios humanos, aunque las fuentes son confusas y muchos dudan de la veracidad de esas historias.

Mientras tanto, la investigadora se dedicó a revisar el historial criminal de los miembros de la expedición, aunque no encontró nada reseñable entre los miembros más reputados de la misma. El personaje más conflictivo era Jack Brady, gran amigo de Roger que había tenido varios problemas con la justicia.

Finalmente, el 15 de Enero, Vicky Dragonson recibe la llamada de su amigo Elias Jackson para citarse con él y discutir sus descubrimientos.
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Jack Brass Brady era un gran amigo de Roger Carlyle, con un amplio y dilatado historial policíaco en el que figuran peleas de bar, hurtos de poca monta, vagancia, juego, embriaguez e incluso una acusación de asesinato, de la que fue absuelto. En ella, se le acusaba de ahogar a un hombre tras una pelea en un campo petrolífero en California.

Como sargento de la infantería de Marina, estuvo en China y posteriormente en el Frente occidental, concretamente en Francia, donde se hizo merecedor de una Estrella de Bronce y varias citaciones en el orden del día. Se rumorea que hizo de mercenario en Turquía, y que hablaba turco y árabe, así como varios dialectos chinos.

Conoció a Roger Carlyle cuando éste, tras ser expulsado de la Universidad de California, coincidiendo con el incidente de Jack en el campo petrolífero. Carlyle entabló una fuerte alianza con Jack, proporcionándole a los mejores abogados del país, que fueron capaces de demoler metódicamente todos los argumentos de la acusación. El veredicto final fue absolutorio por la concurrencia de diversas razones técnicas. Desde entonces, Carlyle y Brady rara vez se separaron.

Su sobrenombre procede de una extraña placa de latón que lleva en el bolsillo del pecho de la camisa.
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La señorita Hypatia Celestine era la heredera de la familia Masteres, propietaria de una gran fortuna en industrias de armamento.

El abuelo de la señorita Masters, Aldington, conservó y aumentó la fortuna dejando la mayoría de las decisiones a una serie d edirectores quienes, por lo general, marcaron unas líneas de actuación inteligentes y provechosas a largo plazo. George, el padre, también adoptó tan relajado ritmo de vida, invirtiendo la mayor parte de su tiempo en malcriar a su hija.

Hypatia fue a academias suizas y francesas, demostrando facilidad para los idiomas, aunque su mayor interés siempre fue la fotografía. Algunas de sus exposiciones recibieron excelentes críticas y reunieron públicos multitudinarios.

Su alocado carácter le hizo tener una aventura con un católico marxista, un tal Raúl Luis María Piñera. También es conocido que la señorita Masters había salido con Roger Carlyle en repetidas ocasiones, pero la relación parecía haber sido siempre amistosa.
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El vizconde de Pervensey, Sir Aubrey Penhew es un reputado egiptólogo que pertenece a la dinastía de los Penhew, que trazan sus nobles orígenes hasta Guillermo el Conquistador, cuando Boris Penhew adquirió grandes propiedades en el oeste de Inglaterra. Más allá de la inevitable cuota de ovejas negras, la prosperidad y el prestigio de los Penhew han permanecido incólumes durante ocho siglos.

Estudio Clásicas en la Universidad de Oxford, graduándose con matrícula de honor e invirtiendo los años siguientes en Egipto. Allí estuvo llevando a cabo exploraciones y excavaciones de prueba en las zonas de río arriba, por aquel entonces desconocida.

Como señala su biografía oficial, sir Aubrey es fundador de varias ramas de la Egiptología, amén de haber realizado infinidad de importantes descubrimientos arqueológicos, particulamente en Dahshur. También es fundador de la Fundación Penhew, que ha emprendido muchas e importantes investigaciones en Inglaterra y en el extranjero, siendo responsable de la educación de gran cantidad de jóvenes prometedores sin recursos.

Es soltero y no tiene familia o herederos más allá de su fundación. Es respetado entre sus compañeros egiptólogos.
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El doctor Robert Ellington Huston, el menor de tres hermanos e hijo de un médico de Chicago, fue un reputado psicoanalista graduado con honores en John Hopkins. Fue uno de los primeros americanos en profundizar en los estudios de la mente, llegando a viajar a Viena para estudiar junto Freud. Su pasado al parecer salaz y peligroso, así como sus buenos modales y su agudo ingenio, le granjearon una enorme popularidad a su vuelta a Nueva York, donde abrió una consulta de psicoanálisis dedicada a la gente más acaudalada.

Consiguió fama y popularidad con rapidez, especialmente por lo elevado de sus facturas. Aparentemente se unió a la expedición para continuar el tratamiento de Roger, si bien otros rumores apuntan a que Carlyle no quería que el doctor circulara libremente por entre la créme de Nueva York mientras él se hallaba en Egipto. También se dice que su afición a la criptología se encontraba detrás de su interés por la expedición.

Tras ser declarado muerto, los archivos de Hudson quedaron bajo la custodia del Colegio de Médicos del Estado de Nueva York, lo que causó cierta controversia que llegó a la prensa.
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Roger Vane Worthington Carlyle fue un joven y acaudalado playboy americano, famoso por llevar un ritmo de vida muy dado a los excesos que le llevó a un corto periodo de rehabilitación por alcoholismo a los 20 años. Se graduó milagrosamente en la Escuela Groton pero tuvo que marcharse honorable aunque inevitablemente de varias excelentes universidades (Harvard, Princeton, Yale o Miskatonic) en los tres años siguientes.

Al morir sus padres en un trágico accidente de coche, el joven Carlyle pareció encontrarase a sí mismo y se ganó la admiración de sus pares, servidores y parientes. Aún así, su hermana demostró estar más capacitada para llevar los asuntos de la familia. Roger no tardó en volver a sus antiguos vicios y excentridades, animadas por su riqueza, convirtiéndole en una figura popular en el ambiente nocturno de Nueva York.

Pronto llegó el anuncio de su inminente partida hacia Egipto, del que se hizo eco la prensa, recalcando el secretismo de sus objetivos más allá de la intención de explorar las tumbas del antiguo egipto. La expedición la completaban, además del propio Roger, su psicoanalista, el reputado Dr. Hudson; el famoso egiptólogo sir Aubrey Penhew; la fotógrafa y documentalista Hypatia Masters; y un amigo personal de Roger, el señor Jack Brady.

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