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Las Máscaras de Nyarlathotep

Domingo, 18 de Enero de 1925
Nueva York

Tras la amarga despedida final a Jackson Elías, el equipo reposaba en una de los pisos en propiedad de la señorita Vicky, siempre y cuando pudiera llamarse reposar al minucioso análisis que el grupo estaba realizando sobre las pruebas recopiladas hasta el momento. Los indicios apuntaban inefablemente hacia dos lugares: La misteriosa Casa Ju-Ju, cuyo dueño aparecía mencionado en la tarjeta de visita de Importaciones Emerson, y la mansión de la afamada Erica Carlyle, que bien pudiera arrojar más datos acerca de la expedición. Pero además, Aleister Crowley parecía interesado en conocer a Mordecai Lemming, el experto en temas africanos con el que solía contactar el teniente Poole.

Así pues, mientras que Johanne y Marion fueron a la biblioteca municipal a informarse en prensa y hemerotecas acerca de Erica Carlyle, Aleister y Vicky se dirigieron a visitar al extravagante señor Lemming.

Las investigaciones realizadas en la biblioteca no fueron muy fructíferas, más allá de leer acerca de cómo Erica parecía estar enmendando los años de despilfarro de fortuna familiar llevados a cabo por Roger Carlyle. La hermana del playboy no parecía alguien de fácil acceso, debido a su privilegiada posición social, pero pero la doctora y la arqueóloga consiguieron dar con el nombre de Bradley Grey, un personaje cercano a Erica que bien pudiera resultar de utilidad para concertar una cita con la heredera de la fortuna de la familia Carlyle.

Pero si la visita a la biblioteca no pareció haber tenido demasiado éxito, menos aún tuvieron Aleister y Vicky en su entrevista con Mordecai Lemming. El 'experto' en folklore africano resultó ser un charlatán cuya mayor habilidad era la de enlazar medias verdades de tal forma que un oyente normal pudiera picar el anzuelo y creerse que se hallaba ante una eminencia en el tema. Pero el ocultista Aleister enseguida captó al farsante, empeñado en relacionar sectas de vudú con el asesinato de Jackson Elías. La pareja de investigadores abandonó el hogar del señor Lemming sin nada nuevo.


Reunidos de nuevo en el piso de Vicky, el grupo decidió que era hora de realizar una visita a la Casa Del Ju-Ju. Al ser domingo, probablemente se encontrarían con la tienda cerrada, y quién sabe, a lo mejor podían echar un vistazo accediendo a su interior sin levantar sospechas...


La tienda se encontraba en el barrio de Harlem, al este de la Avenida Lenox, en una calle que se abría a un patio cuadrado de 6 metros de lado. Las únicas puertas del patio son la entrada de La Casa del Ju-Ju y una puerta trasera de una casa de empeños abandonada.

Las gentes del barrio de Harlem no parecían muy predispuestas a hablar con este grupo de extraños que había llegado a su zona, pero mostrando algo de simpatía y educación el equipo consiguió oír algunos rumores que apuntaban a que durante algunas noches, periódicamente, se oían gritos y cánticos procedentes de la tienda.

Cuando el grupo pasó por allí, pudo observar como dos hombres de raza negra entraban a la tienda, así que Marion y Vicky decidieron que podía ser una buena idea acceder a la misma. La fachada de la tienda consistía en un escaparate y una puerta de vidrio, ambas con cortinas por le interior que dificultaba ver lo que había dentro. En el escaparate había piezas de arte africano que Marion identificó como piezas auténticas y genuinas.

Dentro, el lugar estaba sucio, polvoriento y atiborrado de artefactos tribales como máscaras, tambores, tallas de bestias salvajes o piezas de marfil. El ambiente es desalentador, y en el interior, hay un grupo de clientes además del dueño de la tienda, a quienes Vicky y Marion identifican como Silas N'Kwane.

Los presentes miraban con cierto recelo a la pareja, por lo que la arqueóloga procuró sin mucho éxito evitar sospechas preguntando por una de las máscaras allí presentes, pero pronto fueron dirigidos toscamente hacia la salida, bajo excusa de que la tienda no estaba abierta al público los domingos.

La extraña actitud de Silas N'Kwane y los turbios rumores sobre la tienda indujeron al equipo a vigilar desde el coche durante horas las inmediaciones de la tienda, con el objetivo de conocer de primera mano quiénes se movían alrededor de la misma.  Quién sabe, quizá aquella noche volverían a escucharse aquellos extraños cánticos de los que hablaban los vecinos...



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