Viernes, 23 de Enero de 1925
Nueva YorkTras ultimar los preparativos del asalto y los disfraces a utilizar, los personajes se dirigen al atardecer hacia la residencia de los Carlyle. Lo hacen en sendos taxis, evitando así que un ojo avispado pueda reconocerles al llegar. Las máscaras y pintorescos disfraces harán el resto.
Annibal parece sentirse especialmente cómodo en la situación, a diferencia del resto de investigadores, y con la soltura típica de alguien acostumbrado a enfrentarse a retos similares, charla con los guardias de la entrada, consiguiendo colar al grupo sin demasiados problemas. Parece que Vicky ha acertado buscando la ayuda de este nuevo colaborador.
El salón principal de la mansión ha sido habilitado con elegancia para la fiesta. Una pequeña banda pone música para el casi centenar de personas abarrotan el lugar, y la seguridad también está a la altura. Los investigadores sospechan que entre la multitud probablemente haya guardias de incógnito, además de los de uniforme, como los que protegen el acceso a las escaleras principales del recinto. Además de los guardias, entre el personal hay también una decena de sirvientes se pasea entre los invitados ofreciendo suculentos canapés y cocktails en bandejas de plata. Puede que la ley seca esté en vigor, pero en las altas esferas la canción es una bien distinta.
Annibal se acerca a una mesa y se sirve un trago, aprovechando para buscar disimuladamente a la señorita Carlyle entre la multitud. Son Johanne y Marion quienes toman la iniciativa, comenzando a flirtear con los dos guardias que vigilan las escaleras principales. El objetivo es claro: acceder al piso superior y liberar la escalera de vigilancia. La arqueóloga pronto consigue engatusar a uno de los guardias, que accede a perderse junto a Marion. Desafortunadamente, el guardia con el que coqueteaba Johanne no se muestra tan receptivo, y prefiere continuar con su trabajo.
En ese instante, la señorita Carlyle hace acto de presencia entre los invitados, atrayendo las miradas de todos. El propio Annibal se dirige hacia Erica para mantenerla ocupada (y de paso, a su guardaespaldas y a los guardias de la zona, que vigilan cada uno de sus pasos), y tratar de sacar provecho económico con sus negocios. Marion aprovecha el momento para dirigirse junto con el guardia hacia el piso superior, donde se encierran en una habitación. Marion, consciente de que necesita ganar tiempo, prosigue su juego de seducción, aunque el guardia se muestra cada vez más impaciente.
Mientras tanto, Vicky consigue despejar totalmente la escalera, forzando a que el guardia restante vaya a la cocina a atender una falsa alarma, momento que aprovecha el contacto de Annibal para subir rápidamente por las escaleras, accediendo sin ser visto a la biblioteca de la mansión. Allí, tras una cuidadosa inspección del lugar, cae en la cuenta de que entre los clásicos de Dickens, Trollope, la sra. Radcliffe y otros grandes autores, hay un libro de poemas de Edgar Allan Poe colocado del revés...